Proyecto A
“A” es una propuesta artística de Alexandra Segura y Alberto Noshibari, inscrita dentro de las acciones del colectivo NoShibariArt, dedicado a la experimentación contemporánea y la docencia del shibari desde una perspectiva expandida y sensible. El proyecto se articula como una investigación permanente sobre los límites de esta práctica, cuestionando sus formas tradicionales y proponiendo nuevas narrativas escénicas y sensoriales. NoShibariArt propone una concepción del shibari como lenguaje artístico autónomo, poroso a otras disciplinas, capaz de comunicar más allá del fetichismo de las cuerdas.
En este sentido, “A” se define como una indagación en la esencia del shibari desde la desmaterialización de sus elementos formales: las cuerdas son un medio, pero no el único. Lo importante es la relación, la tensión, la emoción, el ritmo. “A” busca crear imágenes que no solo se vean, sino que se sientan, que resuenen en quien las observa como un eco corporal. Esta búsqueda se asienta en una ética del cuidado, de la atención extrema al gesto, al detalle, al vínculo entre los cuerpos.
La metodología de trabajo de Alexandra y Alberto parte de la desconexión del tiempo productivo para entrar en una dinámica de creación continua y meditativa. Ensayos prolongados, repeticiones casi rituales y diálogo íntimo permiten elaborar un discurso escénico de gran profundidad. En cada encuentro con el público, “A” se transforma, se adapta al espacio, a las condiciones, a las miradas. No hay una obra cerrada, sino una experiencia viva en constante mutación.
Áreas de trabajo
Shibari sin cuerdas
Esta línea de investigación explora la posibilidad de despojar al shibari de sus herramientas materiales para centrarse en el gesto, la intención y la comunicación no verbal entre quienes participan. La ausencia de cuerdas no significa ausencia de tensión, sino una reformulación de las formas de control, entrega y resonancia corporal. La práctica busca un movimiento auténtico que no responda a otros lenguajes escénicos, como la danza o el teatro, sino que emerja desde el propio código del shibari.
Los desplazamientos, las pausas, los silencios y los pequeños gestos se convierten en componentes esenciales del diálogo físico. En este enfoque, el shibari se revela como una coreografía espontánea y viva, donde el movimiento no es impuesto sino compartido. La atención se dirige hacia las reacciones internas, al efecto emocional y corporal que una acción tiene en el otre. Así, se construye un lenguaje que trasciende el material técnico y se convierte en una poética del vínculo.
A nivel escénico, el shibari sin cuerdas permite liberar el cuerpo de la rigidez y explorar nuevas posibilidades expresivas. Se busca romper con el hieratismo que muchas veces impone la técnica, permitiendo una mayor fluidez y organicidad. Esta línea de trabajo tiene como objetivo revalorizar el momento presente, el “aquí y ahora” del contacto, donde el gesto mínimo puede ser más elocuente que una figura compleja. El resultado esperado es una escena más íntima, vibrante y conectada.
Exploración de alternativas a las suspensiones manieristas
El proyecto plantea una crítica y superación de las formas convencionales del shibari escénico, en especial la preeminencia de la suspensión como recurso central. Se considera que el exceso de espectacularidad puede desviar la atención de lo esencial: la relación entre quienes atan y quienes son atades, y su interacción con quien observa. Por ello, se proponen nuevos marcos escénicos que pongan en valor la presencia compartida, el detalle y la emoción contenida.
Se investiga la escena desde una lógica de tres: quien ata, quien es atade y quien mira. Esta tríada establece un diálogo constante en el que cada parte sostiene la imagen escénica y aporta significados. Las acciones se desarrollan en una puesta en escena circular, no jerárquica, donde la mirada del público es parte activa del ritual. Así, se plantea una apertura hacia formatos participativos o envolventes que escapen del teatro frontal tradicional.
Además, se experimenta con recursos provenientes de otras artes escénicas, como el uso dramático del silencio, la composición visual, el gesto simbólico o la iluminación no convencional. Esta hibridez busca generar una experiencia estética profunda sin depender exclusivamente de la técnica del atado. Los resultados esperados son imágenes poéticas que hablen al cuerpo del espectador, que conmuevan desde lo sutil y convoquen una mirada más contemplativa.
Vestuario
La propuesta de vestuario se basa en el estudio del pliegue, entendido no solo como elemento formal, sino como concepto filosófico y simbólico. El pliegue genera volúmenes, oculta y revela, contiene movimiento. Inspirado en la estética mediterránea y en referentes como Dalí o Montaigne, se apuesta por una línea visual ultralocal que, desde lo íntimo y territorial, pueda alcanzar lo universal. El vestuario se convierte así en parte activa de la dramaturgia.
Cada prenda está diseñada para dialogar con el cuerpo en acción: facilitar el contacto, amplificar los gestos, convertirse en prolongación de la cuerda o del movimiento. El uso de textiles naturales y el diseño adaptable permiten múltiples transformaciones durante la escena, generando nuevos sentidos según cómo se pliegue o despliegue el tejido. Este enfoque conecta con la idea de proceso continuo y transformación que subyace al proyecto.
El vestuario no es sólo estética: también estructura. Permite explorar límites de intimidad, proteger y revelar, marcar límites simbólicos y físicos. Es una herramienta para jugar con la percepción del espectador, para insinuar más que mostrar, para tensionar el imaginario. En este sentido, se convierte en un elemento coreográfico en sí mismo, capaz de sostener narrativas visuales sin necesidad de palabras.
La voz
La intervención sobre la voz en el contexto del shibari busca romper con el silencio tradicionalmente asociado a esta práctica. Se investiga la vocalización como extensión del cuerpo, como manifestación sonora de la experiencia emocional vivida durante el atado. Gritos, suspiros, cantos, palabras inconexas: todo puede formar parte del paisaje sonoro de la escena. La voz, en esta línea, no se entrena para ser virtuosa, sino para ser honesta.
Alexandra y Alberto desarrollan una técnica de voz influida por la respiración compartida, el tempo corporal y la resonancia interna. La voz se convierte en huella acústica del vínculo que se construye, en testimonio del trance, en rastro emocional. A través de ejercicios específicos se busca desbloquear la expresión vocal, aceptar la vulnerabilidad sonora y convertirla en arte. La voz no como discurso, sino como textura.
En escena, el uso de la voz crea capas de significado, abre espacios de escucha y rompe con la imagen muda. El público puede conectar de forma más directa con lo que sucede, sintiendo más allá de lo visual. Se generan atmósferas cargadas de intimidad, donde el susurro puede ser más potente que un foco. Así, el sonido amplía el campo expresivo del shibari y lo vincula con una tradición oral, ancestral, ritual.