Shibari como meseta
1. El concepto de meseta en Deleuze
En la obra «Mil Mesetas» (escrita con Félix Guattari), Deleuze define la meseta como una forma de pensamiento no lineal, sin un punto culminante o dirección jerárquica hacia un fin. Una meseta es una estructura que se sostiene a sí misma, caracterizada por intensidades continuas y horizontales que no dependen de un punto de inicio ni de un objetivo final. En este sentido, una meseta implica un proceso constante de devenir, una experiencia que no sigue una trayectoria ascendente o descendente, sino que se mantiene en un estado constante de intensidad.
2. El shibari como práctica
El shibari es una forma japonesa de bondage artístico que involucra la creación de patrones con cuerdas sobre el cuerpo humano, generando una experiencia estética y sensorial compleja. Más allá de su dimensión erótica, el shibari se centra en el juego de tensiones, la exploración del cuerpo como un mapa de sensaciones, y la conexión emocional entre quienes participan. La práctica no solo se enfoca en el destino final (la figura amarrada), sino en el proceso mismo, donde cada nudo y cada tensión generan experiencias sostenidas y una presencia corporal intensa.
3. La relación entre meseta y shibari
La relación entre el concepto de meseta de Deleuze y el shibari puede abordarse desde varias perspectivas:
- Intensidad continua: Al igual que una meseta en el sentido deleuziano, el shibari es una experiencia de intensidades que se desarrollan de manera sostenida y sin un clímax definido. La práctica se enfoca en mantener un flujo constante de sensaciones y en la creación de un espacio intermedio en el que la percepción y la experiencia se estabilizan y transforman. Así, el tiempo no se percibe linealmente, sino como un proceso que se despliega de manera sostenida y rica en texturas sensoriales.
- Espacio de devenir: El shibari puede entenderse como un proceso de devenir, donde tanto la persona que ata como la persona atada experimentan un estado de transformación mutua. Esto se asemeja a la idea de mesetas como espacios de experimentación sin finalidad fija. En el shibari, la atención se centra en el devenir-cuerpo y en las conexiones emocionales y físicas, no en la conclusión de la acción.
- Cuerpos rizomáticos: Deleuze y Guattari también hablan del rizoma como una estructura en la que todos los puntos están interconectados de manera no jerárquica. Las cuerdas del shibari pueden verse como un rizoma que crea una red de conexiones en el cuerpo, estableciendo una cartografía de tensiones y placeres. La práctica puede leerse como una experimentación deleuziana con el espacio, el cuerpo y la intensidad.
- Suspensión del tiempo y el espacio: En el shibari, la experiencia de ser atado y de atar crea un estado de suspensión, donde el tiempo se expande y se transforma, similar a la meseta filosófica, que busca escapar de una narrativa lineal. Los participantes habitan un espacio de presencia y conexión, donde las nociones de comienzo y final se diluyen en favor de una continuidad sensorial.
Conclusión
Relacionar el concepto de meseta de Deleuze con el shibari es una invitación a pensar en esta práctica como una exploración de intensidades y devenires que escapan de la linealidad y del objetivo final. El shibari puede ser visto como una forma de arte que crea una meseta de experiencia y conexión, un espacio de flujo continuo y presencia plena, donde el cuerpo y la cuerda se entrelazan en una cartografía rítmica y sin jerarquías.
El acontecimiento
1. El concepto de acontecimiento en Alain Badiou
En la filosofía de Alain Badiou, el acontecimiento es un suceso radical y transformador que interrumpe el orden de lo cotidiano y las estructuras establecidas de la realidad. Es algo que no puede ser previsto ni explicado completamente por las leyes de la situación existente. El acontecimiento crea una nueva posibilidad de ser y abre la puerta a una verdad completamente nueva, requiriendo que los individuos se comprometan fielmente con esa nueva realidad.
Para Badiou, un acontecimiento no se limita a ser un mero hecho; más bien, es un suceso que tiene un impacto revolucionario en la estructura de lo real y en el sujeto mismo. Los sujetos se transforman a través de su fidelidad al acontecimiento, involucrándose con este de manera que redefine sus identidades y percepciones.
2. El shibari como práctica transformadora
El shibari no es simplemente una práctica de bondage, sino que también puede ser una experiencia profunda que transforma la percepción, la relación con el cuerpo, y las conexiones interpersonales. Involucra una dimensión estética, emocional y sensorial que puede trascender el sentido común de la experiencia sexual o artística, abriendo un espacio para nuevas posibilidades de ser y sentir.
El shibari también tiene un elemento de riesgo y de ruptura con las normas ordinarias de contacto y conexión. La confianza extrema requerida entre las personas involucradas, la tensión entre el placer y el dolor, y el abandono de las estructuras de control pueden facilitar momentos de intensa revelación o cambio en la percepción del cuerpo y la relación con el otro.
3. La relación entre acontecimiento y shibari
Podemos trazar varias líneas de conexión filosófica entre el concepto de acontecimiento de Badiou y el shibari:
- Interrupción del orden cotidiano: El shibari es una experiencia que irrumpe en la normalidad de la vida diaria y desafía las convenciones culturales sobre el cuerpo, la intimidad y la vulnerabilidad. De este modo, puede ser visto como un acontecimiento en el sentido badiouano: un suceso que altera radicalmente la percepción de lo que es posible en términos de conexión humana y experiencia corporal.
- Creación de una nueva verdad: Para quienes practican el shibari de manera profunda, la experiencia puede generar una «verdad» radicalmente nueva sobre su cuerpo, sus límites, y su capacidad para sentir y conectar. En este contexto, el shibari se convierte en un espacio donde se experimenta una verdad que no estaba disponible en el orden previo de las cosas. Esta verdad, al igual que el acontecimiento, requiere un compromiso por parte de los participantes para aceptar y explorar las nuevas posibilidades que se abren.
- Transformación del sujeto: Al igual que un acontecimiento en la filosofía de Badiou transforma al sujeto, el shibari puede ser un proceso transformador que redefine la relación que una persona tiene consigo misma y con los demás. La experiencia puede crear un nuevo sujeto que entiende y experimenta la vulnerabilidad, el poder, la confianza y el deseo de una manera distinta.
- Fidelidad y compromiso: Badiou enfatiza la importancia de la «fidelidad» al acontecimiento, un compromiso sostenido con las verdades que el acontecimiento revela. En el contexto del shibari, este compromiso se puede ver en la dedicación a explorar las posibilidades de la experiencia, a profundizar en la conexión emocional y física con el otro, y a transformar la experiencia en algo significativo más allá del acto físico.
4. Conclusión
El concepto de acontecimiento en Badiou se relaciona con el shibari en tanto que ambos implican una interrupción de la cotidianidad que abre un espacio de transformación y nuevas posibilidades. El shibari puede ser visto como un acontecimiento en la medida en que transforma las experiencias y las relaciones, revelando verdades y experiencias que antes no eran posibles. Como un acontecimiento, el shibari tiene el potencial de cambiar la forma en que los participantes entienden sus cuerpos, sus deseos, y sus conexiones con los demás, requiriendo de ellos una fidelidad a la nueva verdad que emerge de la experiencia.
Shibari y barroco
1. El dramatismo y la teatralidad
La pintura barroca se caracteriza por un dramatismo extremo, una teatralidad marcada y una tensión dinámica entre la luz y la sombra. Pintores como Caravaggio, Rubens, o Bernini (en escultura) creaban obras que atrapaban al espectador en un momento intenso, capturando un sentido de movimiento, emoción, y conflicto. Las escenas barrocas a menudo juegan con el contraste entre placer y sufrimiento, belleza y violencia, así como con la idea de cuerpos atrapados en situaciones de extrema tensión o éxtasis.
El shibari, como práctica estética, comparte esta cualidad dramática y teatral. La forma en que las cuerdas moldean y restringen el cuerpo crea una tensión visual similar a las figuras en la pintura barroca. La disposición de las cuerdas y la posición del cuerpo pueden ser vistas como una coreografía cuidadosa que, al igual que en el arte barroco, enfatiza la vulnerabilidad, el poder y la complejidad emocional del ser humano. El shibari pone al cuerpo en situaciones que transmiten una intensidad física y emocional palpable, evocando sensaciones que pueden ser, al mismo tiempo, hermosas y desestabilizadoras.
2. El juego de tensiones
En la pintura barroca, los artistas a menudo representaban cuerpos en posiciones complejas y llenas de tensión, a veces mostrando figuras en estados de sufrimiento, éxtasis o éxtasis místico. La tensión en estos cuerpos es un elemento fundamental que evoca emoción y suscita una respuesta visceral en el espectador.
El shibari trabaja precisamente con el juego de tensiones, tanto literal como figurado. Las cuerdas no solo crean una tensión física en el cuerpo de la persona atada, sino que también generan una carga emocional intensa entre el que ata y el que es atado. Esta tensión se hace visible en las formas que las cuerdas dibujan sobre la piel, recordando las líneas marcadas y las curvas exageradas de la anatomía barroca. Al igual que la pintura barroca, el shibari busca capturar la fragilidad y la fuerza del cuerpo humano, transmitiendo un sentido de vulnerabilidad y poder simultáneamente.
3. Luz y sombra: el claroscuro
El uso del claroscuro (el contraste dramático entre la luz y la sombra) es una técnica central en la pintura barroca, utilizada para dirigir la atención del espectador y crear un efecto de profundidad y dramatismo. Caravaggio, por ejemplo, era un maestro en usar la luz para resaltar ciertos aspectos de la figura humana, mientras que dejaba otras partes en la penumbra, creando un sentido de misterio y emoción.
En el shibari, el claroscuro también juega un papel importante en la estética visual de la práctica. Las cuerdas que se enroscan alrededor del cuerpo generan sombras y texturas que pueden ser destacadas por la iluminación cuidadosa. La forma en que las cuerdas definen las curvas y músculos del cuerpo crea un contraste que puede ser visualmente tan impactante como una pintura barroca. En sesiones de shibari fotográficas o performances en vivo, la iluminación se utiliza para resaltar la tensión de las cuerdas y el juego de emociones en los cuerpos, evocando ese mismo sentido de intensidad visual.
4. El cuerpo como objeto de contemplación
La pintura barroca también tiene una fascinación con el cuerpo, representando tanto la vulnerabilidad como la majestuosidad del ser humano. Figuras religiosas y mitológicas son representadas en estados de gracia, martirio, o deseo, y el cuerpo se convierte en un campo de exploración estética y emocional.
En el shibari, el cuerpo también se convierte en un objeto de contemplación estética. Las cuerdas transforman el cuerpo en una obra de arte, un lienzo tridimensional donde se exploran los límites de la forma humana y el juego de emociones. Al igual que en el arte barroco, donde los espectadores contemplan la belleza y el sufrimiento de las figuras retratadas, los espectadores (y participantes) del shibari experimentan una mezcla de asombro, empatía y deseo, viendo cómo la forma humana se transforma bajo la presión y la gracia de las cuerdas.
5. El éxtasis y la emoción extrema
Finalmente, tanto el shibari como la pintura barroca exploran los límites del éxtasis y la emoción extrema. Piensa en obras como «El éxtasis de Santa Teresa» de Bernini, donde la santa experimenta un arrebato místico que mezcla el placer con la espiritualidad. Estas representaciones buscan capturar momentos de trascendencia, donde lo físico y lo espiritual se fusionan.
El shibari también puede generar estados de éxtasis emocional y físico, donde el placer, el dolor, la vulnerabilidad y el poder se entrelazan en una experiencia que trasciende lo meramente físico. Las cuerdas y las posiciones corporales inducen sensaciones profundas que pueden ser casi místicas o extáticas, recordando esas experiencias límite que el barroco tan bien sabía capturar.
Conclusión
El shibari y la pintura barroca, aunque diferentes en sus medios, comparten un profundo compromiso con la exploración de la tensión, el dramatismo y la emoción extrema. Ambos buscan capturar la belleza y la fragilidad del cuerpo humano, utilizando técnicas de contraste y un juego complejo de fuerzas. Así, el shibari puede ser visto como una forma contemporánea de arte performativo que, al igual que la pintura barroca, celebra y explora la complejidad de las emociones humanas y la fisicalidad del cuerpo.
El pliegue y el shibari
1. El concepto de pliegue en Deleuze
En su obra El pliegue: Leibniz y el Barroco, Deleuze desarrolla la noción de pliegue como una metáfora para describir la complejidad y la continuidad de la realidad. Inspirado por la filosofía de Leibniz y la estética barroca, Deleuze utiliza el pliegue para hablar de cómo el universo no es un conjunto de elementos aislados, sino un continuo que se pliega y despliega en formas complejas. El pliegue se refiere a la forma en que las superficies se curvan y se doblan, conectando interior y exterior, y sugiriendo que las diferencias y las complejidades de la existencia no son rígidas ni lineales, sino fluidas y en constante transformación.
En términos más generales, el pliegue de Deleuze implica una dinámica de transformación, donde lo interior se convierte en exterior y lo exterior se repliega hacia adentro. Esta idea se puede aplicar a la filosofía, a la psicología y al arte, sugiriendo que la realidad es un tejido continuo de superficies que se pliegan y despliegan, sin límites claros o definiciones estáticas.
2. El shibari como práctica estética y experiencial
El shibari, o bondage japonés, es una práctica que juega con el arte de atar cuerdas alrededor del cuerpo humano, creando formas y tensiones que transforman tanto el cuerpo de la persona atada como el espacio en que se encuentran. El shibari no es solo un acto físico, sino una experiencia estética y emocional que involucra la relación entre la cuerda, la piel y las sensaciones corporales. Las cuerdas se convierten en una extensión del cuerpo y generan pliegues, tanto literales como figurativos, que afectan la percepción y la experiencia.
3. Relacionando el pliegue de Deleuze con el shibari
Podemos trazar varias conexiones filosóficas y estéticas entre el concepto del pliegue de Deleuze y la práctica del shibari:
- La cuerda como pliegue: En el shibari, la cuerda se convierte en un agente que crea pliegues sobre la piel, transformando la superficie del cuerpo en un paisaje curvado y plegado. Las cuerdas doblan y curvan la carne, generando una topología que no es rígida, sino fluida y dinámica. En este sentido, la práctica del shibari encarna la idea deleuziana del pliegue, donde el cuerpo y la cuerda forman una continuidad compleja que no se puede reducir a simples líneas o puntos.
- Interconexión de lo interior y lo exterior: El pliegue de Deleuze sugiere que lo interior y lo exterior están en una relación de constante intercambio y transformación. En el shibari, esta relación se manifiesta de varias maneras: la cuerda actúa como un límite físico que define el contorno del cuerpo, pero también genera una experiencia interior de placer, dolor, o relajación. La cuerda, al envolver el cuerpo, crea un diálogo entre la superficie externa (la piel) y las emociones o sensaciones internas, haciendo visible la conexión deleuziana entre lo interno y lo externo.
- La experiencia del pliegue corporal: En el shibari, el cuerpo se pliega de formas que no son naturales, generando posturas y tensiones que afectan tanto la estructura física como la percepción sensorial. Estas posiciones dobladas y plegadas no son meras restricciones, sino que abren un espacio de transformación y devenir, donde la persona atada experimenta una reorganización de su ser y de su relación con el espacio. El shibari, por tanto, puede ser visto como una exploración física del concepto del pliegue, donde el cuerpo se convierte en un continuo que se dobla y transforma.
- El pliegue como experiencia continua: Deleuze habla del pliegue como un proceso continuo, sin rupturas ni divisiones. En el shibari, la experiencia de ser atado también se percibe como un flujo continuo, donde cada nudo y cada tensión de la cuerda son parte de un todo que se despliega a lo largo del tiempo. La práctica no se experimenta como una serie de momentos discretos, sino como un proceso fluido en el que la persona atada y la que ata están constantemente conectadas y en transformación. Esta continuidad encarna la idea deleuziana de que la realidad es un tejido de pliegues, donde las fronteras entre uno y otro se vuelven borrosas.
4. La estética del pliegue en la forma y el espacio
La estética del pliegue en el shibari también se relaciona con el juego de formas y la transformación del espacio. Las cuerdas, al doblar y contornear el cuerpo, generan nuevas líneas y formas que alteran la percepción del cuerpo humano, de manera similar a cómo el barroco alteraba la percepción de los espacios arquitectónicos y escultóricos con pliegues y curvas complejas. El cuerpo atado en shibari se convierte en una obra de arte que juega con la luz, las sombras y las formas en constante cambio, evocando la belleza dinámica y curvada que fascina a Deleuze en su estudio del barroco.
5. Pliegues emocionales y psicológicos
Finalmente, la idea del pliegue no solo es física, sino también emocional y psicológica. En el shibari, la experiencia de ser atado puede generar un pliegue emocional, una especie de repliegue hacia dentro donde la persona atada explora su vulnerabilidad, sus deseos, y sus límites. Esta dimensión emocional del shibari se alinea con la idea de Deleuze de que los pliegues también son afectivos y subjetivos, transformando al sujeto desde adentro.
Conclusión
El concepto de pliegue de Deleuze y la práctica del shibari comparten una profunda afinidad en términos de cómo exploran la continuidad, la transformación, y la complejidad de la experiencia humana. En el shibari, las cuerdas actúan como pliegues que transforman el cuerpo en una superficie dinámica, donde lo físico, lo emocional y lo estético se entrelazan en un flujo continuo. Así, el shibari puede ser visto como una práctica que materializa y celebra la filosofía del pliegue, revelando la belleza y el misterio de un universo en constante transformación.
Butoh y shibari
1. Comprendiendo el butoh y el shibari
- El butoh: Nacido en Japón después de la Segunda Guerra Mundial, el butoh es una forma de danza que desafía las convenciones tradicionales y explora la corporalidad desde una perspectiva primitiva, cruda y transformadora. Los bailarines de butoh a menudo se mueven lentamente, con posturas retorcidas y gestos que evocan estados emocionales intensos y arquetípicos. La danza butoh es a menudo un viaje hacia la vulnerabilidad, lo grotesco y lo sublime, utilizando el cuerpo como un lienzo para expresar la experiencia humana más allá de las categorías convencionales.
- El shibari: También originado en Japón, el shibari (o kinbaku) es el arte de atar con cuerdas de manera estética y emocionalmente evocadora. La práctica implica el uso de patrones de nudos y tensiones que transforman el cuerpo en una obra de arte viviente, explorando temas de control, rendición, belleza y vulnerabilidad. Como el butoh, el shibari se centra en el cuerpo, las emociones y la interacción con la energía del momento.
2. Movimientos lentos y presencia corporal
Una de las conexiones más obvias entre el butoh y el shibari es el uso del movimiento lento y deliberado para crear un estado de conciencia corporal profunda. En el butoh, los bailarines a menudo se mueven extremadamente despacio, explorando cada gesto y cada sensación de una manera que enfatiza la presencia y el aquí y ahora. Esta atención al detalle y la conexión con el cuerpo también está presente en el shibari, donde cada nudo, cada trazo de la cuerda y cada ajuste se hace con intención, sin prisa, y con una conciencia total del cuerpo de la persona atada.
Ambas prácticas buscan conectar profundamente con el cuerpo y el espacio, explorando cómo el cuerpo puede ser un vehículo de expresión no verbal y cómo el ritmo y la tensión pueden ser herramientas para crear una experiencia intensa y transformadora. En este sentido, tanto el butoh como el shibari pueden ser vistos como rituales de conexión corporal, donde el tiempo se ralentiza y la atención se agudiza.
3. Vulnerabilidad y entrega
El butoh y el shibari también exploran la vulnerabilidad y la entrega desde diferentes ángulos, pero con un objetivo común: romper con las normas y explorar los límites del ser humano. En el butoh, los bailarines a menudo se exponen en estados de fragilidad extrema, encarnando emociones y sensaciones que van desde la desesperación hasta la transformación. Los movimientos pueden parecer caóticos, controlados o incluso inhumanos, pero siempre expresan una verdad profunda sobre la experiencia humana.
El shibari también implica una entrega profunda, tanto física como emocional. La persona atada se rinde al control de quien ata, experimentando la vulnerabilidad de estar físicamente restringida y, al mismo tiempo, abriéndose a una experiencia que puede ser liberadora y transformadora. Esta entrega es un proceso de confianza mutua y una forma de explorar cómo el cuerpo puede ser tanto un objeto de control como un medio de expresión emocional. En ambos casos, hay una exposición de la vulnerabilidad del cuerpo y una exploración de cómo esa vulnerabilidad puede ser fuente de poder y conexión.
4. Estética del cuerpo retorcido y distorsionado
El butoh y el shibari comparten una fascinación por el cuerpo que se transforma en algo más allá de su forma habitual. En el butoh, los bailarines a menudo se retuercen, se despliegan y se encogen, creando formas que desafían las normas de la danza tradicional y enfatizan el carácter grotesco o espiritual del cuerpo humano. Estas posiciones pueden evocar tanto sufrimiento como belleza, y buscan mostrar el cuerpo como un campo de fuerzas en constante cambio.
En el shibari, el cuerpo también se transforma bajo la tensión de las cuerdas. Las posiciones en las que las cuerdas colocan el cuerpo pueden ser estéticamente hermosas, pero también incómodas o desafiantes, jugando con las mismas tensiones que el butoh explora: la delgada línea entre el placer y el dolor, la belleza y la angustia, el control y la libertad. Las formas retorcidas y contorsionadas del cuerpo atado evocan la misma intensidad y profundidad emocional que los gestos de los bailarines de butoh, sugiriendo que el cuerpo es un vehículo para la expresión de las fuerzas más primitivas y esenciales de la vida.
5. Expresión de lo inefable y lo arquetípico
Ambas prácticas buscan expresar lo que las palabras no pueden capturar. El butoh se ha descrito como una danza del alma, donde los bailarines tratan de encarnar arquetipos, emociones primarias y la experiencia de la vida y la muerte. Los movimientos pueden ser extraños, grotescos o bellos, pero siempre apuntan a algo profundo y arquetípico.
El shibari, aunque aparentemente más físico y estructurado, también evoca emociones y sensaciones que van más allá de lo verbal. La experiencia de ser atado puede ser transformadora, llevando a la persona atada a estados emocionales y mentales que son difíciles de describir con palabras. Las cuerdas se convierten en un medio para explorar la entrega, la restricción y la liberación, tocando aspectos primitivos de la psique humana, de manera similar a cómo el butoh explora lo arquetípico y lo inefable.
6. Ritual y espiritualidad
Tanto el butoh como el shibari pueden tener un carácter ritual y espiritual. El butoh a menudo se asocia con rituales de transformación y conexión con lo sagrado, donde el bailarín se convierte en un canal para energías más grandes que él mismo. El shibari, especialmente en contextos donde se practica con una intención artística o meditativa, también puede tener un carácter ritual. El acto de atar y ser atado se convierte en un espacio de conexión profunda, donde los participantes exploran su relación con el cuerpo, el otro y el momento presente.
Conclusión
El butoh y el shibari se encuentran en un espacio común de exploración corporal y emocional, donde la vulnerabilidad, la presencia y la transformación son centrales. Ambos desafían las normas de sus respectivos campos (la danza y la práctica erótica/estética) y buscan profundizar en lo que significa ser humano. Ya sea a través de movimientos lentos y expresivos o a través de la tensión de las cuerdas, ambas prácticas utilizan el cuerpo como un medio para explorar los límites de la experiencia humana, convirtiendo el sufrimiento, la belleza y la complejidad emocional en arte viviente.